La violencia en nuestra sociedad
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La violencia en nuestra sociedad
La violencia en nuestra sociedad
27.11.07 - PILAR LÁZARO
Aunque el problema se veía venir y ya estaba en la sociedad española,
desgraciadamente fue el suicidio de un niño lo que abrió los ojos a
muchos y se empezó a tomar en consideración
Planteado el problema existente, la sociedad se pregunta: ¿ cómo hemos
podido llegar a esta situación?.
Empezaré por algunas teorías pedagógicas, surgidas en el último tercio
del siglo XX, sobre la forma de educar a los niños sin corregirles,
porque se podían frustrar y era mejor dejarlos tranquilos; ya llegaría un
momento en que ellos mismos serían conscientes de cómo debían
comportarse. A los padres se les ponía muy fácil: no negarles nada; permitirles
todo, para evitarles la frustración.
Hasta entonces existía el respeto hacia los padres y profesores
-reconozco que en algunos casos excesivo- y dio un vuelco: unos y otros en vez
de desempeñar su papel, y punto de referencia, se convirtieron amigos,
o colegas..
El niño es como una pequeña planta delicada que debe ir creciendo y
fortaleciéndose, no solamente en aspecto físico, sino también en la
adquisición de valores y un modo de vida que respete a los demás. Si se cuida
solamente su salud y la asistencia a clase, nos encontramos con la
conducta delictiva que se está dando en los jóvenes: palizas a indigentes,
extorsiones o malos tratos a compañeros y profesores
Con el paso de no muchos años de aquellas teorías, muchos padres han
comenzado a sentirse incapaces de controlar a sus hijos desde edades muy
tempranas (2,3 años) y para no hacerles sufrir, o evitar que les
molesten, les permiten lo que desean. Poco a poco esos niños se van
convirtiendo en verdaderos tiranos; primero de sus propios padres, hasta el
punto que hoy en muchos hogares se compra conforme los mandatos de los
hijos, lo mismo en alimentos, que en sus prendas de vestir (por supuesto,
de marca) o juguetes. Cuando llegan a la adolescencia o primera
juventud, si no acceden a sus deseos, amenazan con marcharse de casa. Los
padres tienen miedo a llevarles la contraria.
Esos niños, con mentalidad de que todo se les debe, cuando encuentran
un profesor exigente, que no permite su pasividad, están convencidos de
que les tiene manía, y muchos padres se lo creen a pies juntillas. Dan
la razón al hijo y se la quitan al profesor, con lo que ya ha perdido
todo tipo de autoridad. Así, no es extraño que un alto porcentaje del
profesorado sufra depresión. ¿Qué puede hacer con un alumno que le
«revienta la clase» y se siente apoyado por su familia?
Los profesores se encuentran maniatados para mantener la disciplina en
sus aulas, ante el insulto o agresión de algunos de sus alumnos. Y
éstos si encuentran en clase a un compañero más débil por ser tímido, con
menor inteligencia, o por el contrario que les supera ampliamente, se
dedican a hacerle la vida imposible.
No es extraño que comiencen a oírse sus voces, exigiendo una protección
jurídica.
Hoy tenemos en España medios para la educación como nunca, y cada vez
los resultados son más desoladores.
En Finlandia, que es un país modelo en materia educativa, se ha
producido hace escasas fechas la matanza de sus propios compañeros, por un
joven estudiante.
La sociedad está pidiendo a gritos la educación en valores; de otro
modo, acabaremos por movernos por la ley de la selva. Esos valores, que se
aprendían con toda naturalidad en casa y en el centro educativo.
La principal responsabilidad está en el hogar. Los padres, por derecho
y por deber, son los primeros educadores; el centro educativo tiene la
misión de instruir y cooperar con los padres en la adquisición de
valores.
No vamos a cargar las tintas en los padres, porque gran parte de la
violencia que se da en los jóvenes, la propician otras causas: Se ha
legislado concediendo a los niños y jóvenes todos sus derechos y ningún
deber.
Por otro lado se les incita a la violencia con los videojuegos, las
series «infantiles» de televisión, con héroes que se desenvuelven en
situaciones de gran violencia, robos, droga, asesinatos, racismo, entre
otros, y los niños y jóvenes terminan por verlo como lo más natural. Nos
encontramos en la actualidad con que muchos padres no saben cómo actuar y
los profesores amordazados.
Quizá sea necesario potenciar fuertemente las llamadas «escuelas de
padres», o similar. A la par, mantener contactos frecuentes entre padres y
el centro educativo, para marcar metas y estrategias comunes a seguir
en clase y en casa y de este modo ir consiguiendo lo mejor de cada niño
o niña.
Afortunadamente no siempre ocurre lo mismo: hay también muchos padres,
que para educar a sus hijos adecuadamente, tienen que esforzarse por ir
contra corriente, porque la sociedad pre- siona mucho, pero saben que
merece la pena.
Cada padre desea lo me-jor para sus hijos y lo me-jor que les pueden
legar es hacer de ellos una persona cabal, de los pies a la cabeza.
Se requiere un esfuerzo por parte de los padres. Entre el horario
laboral, unido al de los desplazamientos, no es mucho tiempo del que
disponen, pero necesitan buscarlo, para lograr lo que desean de sus hijos. Es
importante que hablen con los tutores y sicólogos del centro y, si se
consigue ese mutuo intercambio entre hogar y centro educativo, la mayor
parte de los problemas se resolverían solos.
27.11.07 - PILAR LÁZARO
Aunque el problema se veía venir y ya estaba en la sociedad española,
desgraciadamente fue el suicidio de un niño lo que abrió los ojos a
muchos y se empezó a tomar en consideración
Planteado el problema existente, la sociedad se pregunta: ¿ cómo hemos
podido llegar a esta situación?.
Empezaré por algunas teorías pedagógicas, surgidas en el último tercio
del siglo XX, sobre la forma de educar a los niños sin corregirles,
porque se podían frustrar y era mejor dejarlos tranquilos; ya llegaría un
momento en que ellos mismos serían conscientes de cómo debían
comportarse. A los padres se les ponía muy fácil: no negarles nada; permitirles
todo, para evitarles la frustración.
Hasta entonces existía el respeto hacia los padres y profesores
-reconozco que en algunos casos excesivo- y dio un vuelco: unos y otros en vez
de desempeñar su papel, y punto de referencia, se convirtieron amigos,
o colegas..
El niño es como una pequeña planta delicada que debe ir creciendo y
fortaleciéndose, no solamente en aspecto físico, sino también en la
adquisición de valores y un modo de vida que respete a los demás. Si se cuida
solamente su salud y la asistencia a clase, nos encontramos con la
conducta delictiva que se está dando en los jóvenes: palizas a indigentes,
extorsiones o malos tratos a compañeros y profesores
Con el paso de no muchos años de aquellas teorías, muchos padres han
comenzado a sentirse incapaces de controlar a sus hijos desde edades muy
tempranas (2,3 años) y para no hacerles sufrir, o evitar que les
molesten, les permiten lo que desean. Poco a poco esos niños se van
convirtiendo en verdaderos tiranos; primero de sus propios padres, hasta el
punto que hoy en muchos hogares se compra conforme los mandatos de los
hijos, lo mismo en alimentos, que en sus prendas de vestir (por supuesto,
de marca) o juguetes. Cuando llegan a la adolescencia o primera
juventud, si no acceden a sus deseos, amenazan con marcharse de casa. Los
padres tienen miedo a llevarles la contraria.
Esos niños, con mentalidad de que todo se les debe, cuando encuentran
un profesor exigente, que no permite su pasividad, están convencidos de
que les tiene manía, y muchos padres se lo creen a pies juntillas. Dan
la razón al hijo y se la quitan al profesor, con lo que ya ha perdido
todo tipo de autoridad. Así, no es extraño que un alto porcentaje del
profesorado sufra depresión. ¿Qué puede hacer con un alumno que le
«revienta la clase» y se siente apoyado por su familia?
Los profesores se encuentran maniatados para mantener la disciplina en
sus aulas, ante el insulto o agresión de algunos de sus alumnos. Y
éstos si encuentran en clase a un compañero más débil por ser tímido, con
menor inteligencia, o por el contrario que les supera ampliamente, se
dedican a hacerle la vida imposible.
No es extraño que comiencen a oírse sus voces, exigiendo una protección
jurídica.
Hoy tenemos en España medios para la educación como nunca, y cada vez
los resultados son más desoladores.
En Finlandia, que es un país modelo en materia educativa, se ha
producido hace escasas fechas la matanza de sus propios compañeros, por un
joven estudiante.
La sociedad está pidiendo a gritos la educación en valores; de otro
modo, acabaremos por movernos por la ley de la selva. Esos valores, que se
aprendían con toda naturalidad en casa y en el centro educativo.
La principal responsabilidad está en el hogar. Los padres, por derecho
y por deber, son los primeros educadores; el centro educativo tiene la
misión de instruir y cooperar con los padres en la adquisición de
valores.
No vamos a cargar las tintas en los padres, porque gran parte de la
violencia que se da en los jóvenes, la propician otras causas: Se ha
legislado concediendo a los niños y jóvenes todos sus derechos y ningún
deber.
Por otro lado se les incita a la violencia con los videojuegos, las
series «infantiles» de televisión, con héroes que se desenvuelven en
situaciones de gran violencia, robos, droga, asesinatos, racismo, entre
otros, y los niños y jóvenes terminan por verlo como lo más natural. Nos
encontramos en la actualidad con que muchos padres no saben cómo actuar y
los profesores amordazados.
Quizá sea necesario potenciar fuertemente las llamadas «escuelas de
padres», o similar. A la par, mantener contactos frecuentes entre padres y
el centro educativo, para marcar metas y estrategias comunes a seguir
en clase y en casa y de este modo ir consiguiendo lo mejor de cada niño
o niña.
Afortunadamente no siempre ocurre lo mismo: hay también muchos padres,
que para educar a sus hijos adecuadamente, tienen que esforzarse por ir
contra corriente, porque la sociedad pre- siona mucho, pero saben que
merece la pena.
Cada padre desea lo me-jor para sus hijos y lo me-jor que les pueden
legar es hacer de ellos una persona cabal, de los pies a la cabeza.
Se requiere un esfuerzo por parte de los padres. Entre el horario
laboral, unido al de los desplazamientos, no es mucho tiempo del que
disponen, pero necesitan buscarlo, para lograr lo que desean de sus hijos. Es
importante que hablen con los tutores y sicólogos del centro y, si se
consigue ese mutuo intercambio entre hogar y centro educativo, la mayor
parte de los problemas se resolverían solos.
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