MATONES en la escuela
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MATONES en la escuela
MATONES en la escuela
Amenazas, insultos, robos, agresiones físicas... Alumnos, padres y profesores han observado cómo la violencia en las aulas aumenta año a año rodeada de un clima de silencio, impotencia e impunidad.
Acoso escolar
Los casos más extremos son las tristes muertes de Jokin o Cristina C, que se suicidaron incapaces de soportar las vejaciones a las que les sometían sus compañeros, pero a diario las aulas españolas son un campo de batalla. A veces, las agresiones físicas y psicológicas son de tal calibre que conducen a un niño a la anorexia o la bulimia.
De todo ello hay cientos de folios escritos sobre el acoso escolar o bullying (matonismo) -la palabra inglesa que mejor lo describe-, pero cada estudio extrae diferentes conclusiones según la parcela en la que se centre. Las únicas afirmaciones unánimes parecen ser: los profesores se sienten incapacitados para poner fin a esta situación, los alumnos son los mayores perjudicados, y los padres tienen una responsabilidad en la educación de sus hijos que no asumen.
El problema crece y las actuales soluciones no convencen a nadie. La pregunta ineludible es porqué se da este fenómeno y cuál es la solución.
Profesores
Cuando se destapa un caso de acoso escolar, todos miran hacia ellos: ¿es que no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo ante sus narices?
Parece que muchos de ellos se han sincerado en un estudio realizado a principios de año por Idea y Cie, titulado La opinión de los profesores sobre la convivencia en los centros. El 22,6% de los docentes reconoce que ha observado cómo un alumno ridiculizaba a otro, y el 14,4% ha visto como otro compañero profesor hacía lo mismo con un alumno. Más de la mitad de profesores han presenciado robos y destrozo de material. Pero cuando un profesor intuye lo que sucede en su clase, se encuentra en una encrucijada difícil de resolver. Por un lado se las tiene que ver con chavales que no reciben educación en sus casas. La sociedad y las familias esperan que aprendan todo en los colegios. De hecho, si nos remitimos al estudio, el 73,3% de los profesores detecta que los estudiantes les faltan al respeto y 7 de cada 10 sufre interrupciones del alumnado durante las clases. Insultos, amenazas, ruedas pinchadas, gritos... son el pan nuestro de cada día. Por otro lado los maestros se encuentran con que no tienen preparación para asumir esta violencia en las aulas, y además tienen poco margen de actuación. Primero, por la familia del agresor, que suele anular los castigos impuestos, y luego porque la Administración educativa suele dar la razón a los padres. A esto hay que añadir que no existen mecanismos claros para que el docente pueda intervenir. Los profesores carecen de medios para resolver el problema. Miguel Ángel Cueto, psicólogo y director del Centro Psicológico de Terapia de Conducta (CEPTECO) ha trabajado el acoso escolar en centros educativos y afirma que "lo más probable es que los profesores no reciban la suficiente preparación. Sólo hay que observar que los profesores y tutores suelen ser los últimos en enterarse de las situaciones de bullying. Los padres no van mucho más adelantados. Y, aunque en muchos casos se enteraran con anterioridad, seguramente tampoco tienen demasiados recursos para hacer frente a esta problemática. Pero hay que insistir, sería muy positivo que el cuerpo docente gozara de más recursos personales de cara a enfrentarse a situaciones de maltrato en el aula, pero más positivo sería aún una intervención que abarcara las más altas esferas sociales". La Ministra de Educación ha anunciado programas de formación para el profesorado. Mientras, un informe del Instituto de la Juventud, titulado Prevención y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. La violencia entre iguales en la escuela y el ocio, hace tres propuestas: intervención a la primera señal por parte de los profesores y desde la etapa de infantil, trabajar sobre la igualdad de derechos y clases participativas en las que se hagan grupos heterogéneos que sepan trabajar juntos y donde se valoren las capacidades de todos los chavales. Profesores que utilizan estos sistemas aseguran que "Con esta forma de trabajar en grupo se detecta rápidamente cuando alguien está sufriendo acoso".
Padres
Tras la muerte de Jokin, el diario vasco El Correo publicaba las declaraciones anónimas de uno de los padres de los chicos implicados en el caso. El padre intentaba excusar a su hijo haciendo ver su lado bueno y minimizando su brutalidad. Otra de las respuestas más recurrentes es darle al menor una buena paliza para que aprenda que no hay que pegar a sus compañeros, incurriendo en la paradoja de utilizar la estrategia que se pretende evitar en el chaval, con lo cual se refuerza esa conducta. Las menos veces, los padres hablan con los profesores, los padres del niño agredido y un psicólogo para entre todos arreglar la situación, y crear la figura de un mediador en el colegio.
El factor básico inadecuado en la educación de los padres es la incoherencia. Es poco instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo físico como método educativo.
Realmente a los progenitores les resulta difícil asumir que su hijo agrede a un compañero, porque saben que es consecuencia de lo que está recibiendo en su casa. Para Nicolás Merino, Psicopedagogo de CEPTECO, "el factor básico inadecuado en la educación de los padres es la incoherencia. Es poco instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo físico como método educativo. No se puede enseñar a ser tolerante cuando favorecemos y aplaudimos que nuestro hijo no juegue con un niño de otra etnia, con discapacidad o de una religión diferente. Es conveniente educar enseñando estrategias de resolución de conflictos. Solemos dar mucha importancia a que nuestro hijo aprenda a leer, sumar y restar... pero a veces se nos suele olvidar que también debe aprender a enfrentarse a las frustraciones cuando algo no le sale bien, ya que sus deseos no se ven realizados como imaginaba. Otros factores importantes que influyen negativamente en la educación en el seno de algunas familias, son la inmediatez en conseguir objetivos sin esfuerzo -muchos jóvenes tienen lo que quieren y cuando quieren- y la falta de consecuencias negativas de las propias acciones equivocadas. Lo más adecuado sería una actuación preventiva dentro de la familia y todo el conjunto de la sociedad". En la misma línea, José Luis Balbín, director del semanal La Clave escribía en un editorial: "Esa obsesión por sobreproteger al niño sólo lo hace más indefenso y, a la larga, más desgraciado, incapaz de enfrentarse a problemas a veces mínimos".
Alumnos
El punto más vulnerable del triángulo. Los que primero saben que hay acoso escolar. Los que callan. Los que pegan. Las víctimas de un sistema que no funciona. El fruto del pasado y la semilla del futuro. Nuestros niños. Agresores, víctimas y encubridores.
Ser gordo o demasiado listo puede ser la excusa que llame la atención del bully. A Mario, de 15 años, el matón de turno le escupió durante dos años sobre su comida y luego se la hacía comer delante de todos. A Lucas le orinaron en la mochila en el recreo. A Irene (nombre ficticio), de 5 años, sus acosadoras con seis le quitaban la merienda y la encerraban en el baño. Marcos, un niño inmigrante, lleva un año recibiendo palizas de sus compañeros. Mónica, de 3º de ESO llegó a principios de curso con más de veinte chicles pegados en la cabeza. Todos los nombrados son casos reales. El 48% de los escolares de nuestro país de entre nueve y catorce años ha padecido o padece violencia por parte de un compañero. De ellos, más de la mitad sufre acoso psicológico, y el 18% lo sufre también físico, incluidas heridas de arma blanca (2%) y agresiones sexuales (2,5%). A este acoso, en ocasiones se suma el profesor riéndose de las gracias que hace el acosador de turno sobre su víctima o ridiculizándole aún más en las clases. A Lucas su profesor de gimnasia le gritó "corre gordo, baja la tripa", al malogrado Jokin una profesora le ordenó que recogiera los rollos de papel higiénico con los que sus acosadores habían llenado la clase. Él, cansado de soportar vejaciones y de no encontrar apoyos entre alumnos y profesores, se suicidó el 21 de septiembre de 2004 en la muralla de Hondarribia (Guipúzcoa). La misma determinación tomó Cristina C., de 16 años, arrojándose desde el puente de La Libertad en Elda (Alicante). Sus padres habían denunciado el acoso ante la policía y ésta la había catalogado de "una riña entre chiquillas". Otros niños conviven con la anorexia, como problema derivado de la presión que reciben. Preguntamos a los psicólogos de CEPTECO sobre los orígenes que hacen a un chaval acosar a un compañero: "Las causas por las que un alumno agrede a otro son factores multicausales. Entre los familiares podemos señalar las relaciones emocionales entre padres e hijos, la permisividad parental ante las conductas agresivas de sus hijos, los métodos utilizados por los padres para afirmar su autoridad con sus hijos o el temperamento y personalidad de los padres. Entre los factores grupales están el contagio social, la bajada de ciertas barreras inhibitorias en la conducta en grupo, o el difuminarse la responsabilidad individual. Entre los factores escolares influyen las normas del centro y si hay o no modelos participativos en esa escuela". Está comprobado que la mayoría de los acosadores son escolares españoles, no inmigrantes, y que no influye el modelo de familia en el que vive el menor, ni el nivel económico ni de estudios de los chavales.
El 48% de los escolares de nuestro país de entre nueve y catorce años ha padecido o padece violencia por parte de un compañero.
Las agresiones no sólo son ante los compañeros, el matón ejerce su fuerza también ante los profesores mediante interrupciones en clase, burlas, pintadas, ruedas pinchadas, amenazas y las menos veces agresiones físicas. La sociedad actúa en muchos casos a través de la justicia: el 1 de febrero de este año un juzgado de Vitoria hizo pagar a un centro educativo donde acosaban a una alumna doce mil euros. Pero este tipo de sentencias no son comunes, y de hecho la familia de Jokin está indignada por la sentencia que indicó que los ocho alumnos acusados debían pasar 18 meses de libertad vigilada, y además cuatro de ellos permanecer tres fines de semana en centros educativos por una falta de lesiones. La solución está en los propios alumnos, pero aquí es donde está el problema. Para que veamos el alcance, en una encuesta hecha hace unos años a una gran muestra de alumnos, el 97% de ellos contestaban que el único responsable de la disciplina en las aulas era el profesor. Ellos no se sienten responsables y sin ese sentimiento no es posible actuar. Además otro de los grandes males del acoso escolar es que los compañeros de la víctima y del matón saben lo que está pasando, pero nadie habla. Esa actitud les convierte en cómplices, y de hecho los compañeros de Jokin que sabían lo que pasaba se sintieron muy mal cuando se enteraron de su muerte porque pensaban que si hubieran hecho algo, se podría haber evitado. Como reflexión, tomamos prestada una pregunta que se hace Nora Rodríguez, pedagoga experta en bullying y autora de "Guerra en las aulas": "¿Por qué nadie les enseña a los niños desde pequeños que permanecer callados frente a la violencia los vuelve inmunes, impotentes y vulnerables, e incluso puede llevarlos a ser la próxima víctima? ¿A quién protegen realmente siguiendo la ley del silencio?"
Amenazas, insultos, robos, agresiones físicas... Alumnos, padres y profesores han observado cómo la violencia en las aulas aumenta año a año rodeada de un clima de silencio, impotencia e impunidad.
Acoso escolar
Los casos más extremos son las tristes muertes de Jokin o Cristina C, que se suicidaron incapaces de soportar las vejaciones a las que les sometían sus compañeros, pero a diario las aulas españolas son un campo de batalla. A veces, las agresiones físicas y psicológicas son de tal calibre que conducen a un niño a la anorexia o la bulimia.
De todo ello hay cientos de folios escritos sobre el acoso escolar o bullying (matonismo) -la palabra inglesa que mejor lo describe-, pero cada estudio extrae diferentes conclusiones según la parcela en la que se centre. Las únicas afirmaciones unánimes parecen ser: los profesores se sienten incapacitados para poner fin a esta situación, los alumnos son los mayores perjudicados, y los padres tienen una responsabilidad en la educación de sus hijos que no asumen.
El problema crece y las actuales soluciones no convencen a nadie. La pregunta ineludible es porqué se da este fenómeno y cuál es la solución.
Profesores
Cuando se destapa un caso de acoso escolar, todos miran hacia ellos: ¿es que no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo ante sus narices?
Parece que muchos de ellos se han sincerado en un estudio realizado a principios de año por Idea y Cie, titulado La opinión de los profesores sobre la convivencia en los centros. El 22,6% de los docentes reconoce que ha observado cómo un alumno ridiculizaba a otro, y el 14,4% ha visto como otro compañero profesor hacía lo mismo con un alumno. Más de la mitad de profesores han presenciado robos y destrozo de material. Pero cuando un profesor intuye lo que sucede en su clase, se encuentra en una encrucijada difícil de resolver. Por un lado se las tiene que ver con chavales que no reciben educación en sus casas. La sociedad y las familias esperan que aprendan todo en los colegios. De hecho, si nos remitimos al estudio, el 73,3% de los profesores detecta que los estudiantes les faltan al respeto y 7 de cada 10 sufre interrupciones del alumnado durante las clases. Insultos, amenazas, ruedas pinchadas, gritos... son el pan nuestro de cada día. Por otro lado los maestros se encuentran con que no tienen preparación para asumir esta violencia en las aulas, y además tienen poco margen de actuación. Primero, por la familia del agresor, que suele anular los castigos impuestos, y luego porque la Administración educativa suele dar la razón a los padres. A esto hay que añadir que no existen mecanismos claros para que el docente pueda intervenir. Los profesores carecen de medios para resolver el problema. Miguel Ángel Cueto, psicólogo y director del Centro Psicológico de Terapia de Conducta (CEPTECO) ha trabajado el acoso escolar en centros educativos y afirma que "lo más probable es que los profesores no reciban la suficiente preparación. Sólo hay que observar que los profesores y tutores suelen ser los últimos en enterarse de las situaciones de bullying. Los padres no van mucho más adelantados. Y, aunque en muchos casos se enteraran con anterioridad, seguramente tampoco tienen demasiados recursos para hacer frente a esta problemática. Pero hay que insistir, sería muy positivo que el cuerpo docente gozara de más recursos personales de cara a enfrentarse a situaciones de maltrato en el aula, pero más positivo sería aún una intervención que abarcara las más altas esferas sociales". La Ministra de Educación ha anunciado programas de formación para el profesorado. Mientras, un informe del Instituto de la Juventud, titulado Prevención y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. La violencia entre iguales en la escuela y el ocio, hace tres propuestas: intervención a la primera señal por parte de los profesores y desde la etapa de infantil, trabajar sobre la igualdad de derechos y clases participativas en las que se hagan grupos heterogéneos que sepan trabajar juntos y donde se valoren las capacidades de todos los chavales. Profesores que utilizan estos sistemas aseguran que "Con esta forma de trabajar en grupo se detecta rápidamente cuando alguien está sufriendo acoso".
Padres
Tras la muerte de Jokin, el diario vasco El Correo publicaba las declaraciones anónimas de uno de los padres de los chicos implicados en el caso. El padre intentaba excusar a su hijo haciendo ver su lado bueno y minimizando su brutalidad. Otra de las respuestas más recurrentes es darle al menor una buena paliza para que aprenda que no hay que pegar a sus compañeros, incurriendo en la paradoja de utilizar la estrategia que se pretende evitar en el chaval, con lo cual se refuerza esa conducta. Las menos veces, los padres hablan con los profesores, los padres del niño agredido y un psicólogo para entre todos arreglar la situación, y crear la figura de un mediador en el colegio.
El factor básico inadecuado en la educación de los padres es la incoherencia. Es poco instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo físico como método educativo.
Realmente a los progenitores les resulta difícil asumir que su hijo agrede a un compañero, porque saben que es consecuencia de lo que está recibiendo en su casa. Para Nicolás Merino, Psicopedagogo de CEPTECO, "el factor básico inadecuado en la educación de los padres es la incoherencia. Es poco instructivo enseñar a no agredir cuando se usa el castigo físico como método educativo. No se puede enseñar a ser tolerante cuando favorecemos y aplaudimos que nuestro hijo no juegue con un niño de otra etnia, con discapacidad o de una religión diferente. Es conveniente educar enseñando estrategias de resolución de conflictos. Solemos dar mucha importancia a que nuestro hijo aprenda a leer, sumar y restar... pero a veces se nos suele olvidar que también debe aprender a enfrentarse a las frustraciones cuando algo no le sale bien, ya que sus deseos no se ven realizados como imaginaba. Otros factores importantes que influyen negativamente en la educación en el seno de algunas familias, son la inmediatez en conseguir objetivos sin esfuerzo -muchos jóvenes tienen lo que quieren y cuando quieren- y la falta de consecuencias negativas de las propias acciones equivocadas. Lo más adecuado sería una actuación preventiva dentro de la familia y todo el conjunto de la sociedad". En la misma línea, José Luis Balbín, director del semanal La Clave escribía en un editorial: "Esa obsesión por sobreproteger al niño sólo lo hace más indefenso y, a la larga, más desgraciado, incapaz de enfrentarse a problemas a veces mínimos".
Alumnos
El punto más vulnerable del triángulo. Los que primero saben que hay acoso escolar. Los que callan. Los que pegan. Las víctimas de un sistema que no funciona. El fruto del pasado y la semilla del futuro. Nuestros niños. Agresores, víctimas y encubridores.
Ser gordo o demasiado listo puede ser la excusa que llame la atención del bully. A Mario, de 15 años, el matón de turno le escupió durante dos años sobre su comida y luego se la hacía comer delante de todos. A Lucas le orinaron en la mochila en el recreo. A Irene (nombre ficticio), de 5 años, sus acosadoras con seis le quitaban la merienda y la encerraban en el baño. Marcos, un niño inmigrante, lleva un año recibiendo palizas de sus compañeros. Mónica, de 3º de ESO llegó a principios de curso con más de veinte chicles pegados en la cabeza. Todos los nombrados son casos reales. El 48% de los escolares de nuestro país de entre nueve y catorce años ha padecido o padece violencia por parte de un compañero. De ellos, más de la mitad sufre acoso psicológico, y el 18% lo sufre también físico, incluidas heridas de arma blanca (2%) y agresiones sexuales (2,5%). A este acoso, en ocasiones se suma el profesor riéndose de las gracias que hace el acosador de turno sobre su víctima o ridiculizándole aún más en las clases. A Lucas su profesor de gimnasia le gritó "corre gordo, baja la tripa", al malogrado Jokin una profesora le ordenó que recogiera los rollos de papel higiénico con los que sus acosadores habían llenado la clase. Él, cansado de soportar vejaciones y de no encontrar apoyos entre alumnos y profesores, se suicidó el 21 de septiembre de 2004 en la muralla de Hondarribia (Guipúzcoa). La misma determinación tomó Cristina C., de 16 años, arrojándose desde el puente de La Libertad en Elda (Alicante). Sus padres habían denunciado el acoso ante la policía y ésta la había catalogado de "una riña entre chiquillas". Otros niños conviven con la anorexia, como problema derivado de la presión que reciben. Preguntamos a los psicólogos de CEPTECO sobre los orígenes que hacen a un chaval acosar a un compañero: "Las causas por las que un alumno agrede a otro son factores multicausales. Entre los familiares podemos señalar las relaciones emocionales entre padres e hijos, la permisividad parental ante las conductas agresivas de sus hijos, los métodos utilizados por los padres para afirmar su autoridad con sus hijos o el temperamento y personalidad de los padres. Entre los factores grupales están el contagio social, la bajada de ciertas barreras inhibitorias en la conducta en grupo, o el difuminarse la responsabilidad individual. Entre los factores escolares influyen las normas del centro y si hay o no modelos participativos en esa escuela". Está comprobado que la mayoría de los acosadores son escolares españoles, no inmigrantes, y que no influye el modelo de familia en el que vive el menor, ni el nivel económico ni de estudios de los chavales.
El 48% de los escolares de nuestro país de entre nueve y catorce años ha padecido o padece violencia por parte de un compañero.
Las agresiones no sólo son ante los compañeros, el matón ejerce su fuerza también ante los profesores mediante interrupciones en clase, burlas, pintadas, ruedas pinchadas, amenazas y las menos veces agresiones físicas. La sociedad actúa en muchos casos a través de la justicia: el 1 de febrero de este año un juzgado de Vitoria hizo pagar a un centro educativo donde acosaban a una alumna doce mil euros. Pero este tipo de sentencias no son comunes, y de hecho la familia de Jokin está indignada por la sentencia que indicó que los ocho alumnos acusados debían pasar 18 meses de libertad vigilada, y además cuatro de ellos permanecer tres fines de semana en centros educativos por una falta de lesiones. La solución está en los propios alumnos, pero aquí es donde está el problema. Para que veamos el alcance, en una encuesta hecha hace unos años a una gran muestra de alumnos, el 97% de ellos contestaban que el único responsable de la disciplina en las aulas era el profesor. Ellos no se sienten responsables y sin ese sentimiento no es posible actuar. Además otro de los grandes males del acoso escolar es que los compañeros de la víctima y del matón saben lo que está pasando, pero nadie habla. Esa actitud les convierte en cómplices, y de hecho los compañeros de Jokin que sabían lo que pasaba se sintieron muy mal cuando se enteraron de su muerte porque pensaban que si hubieran hecho algo, se podría haber evitado. Como reflexión, tomamos prestada una pregunta que se hace Nora Rodríguez, pedagoga experta en bullying y autora de "Guerra en las aulas": "¿Por qué nadie les enseña a los niños desde pequeños que permanecer callados frente a la violencia los vuelve inmunes, impotentes y vulnerables, e incluso puede llevarlos a ser la próxima víctima? ¿A quién protegen realmente siguiendo la ley del silencio?"
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